En la Torá hay muchas aplicaciones de la “ley de los similares”.
Una de ellas es que para matar a una serpiente debes ser como una serpiente.
En guematria Mashíaj (358, משיח) es igual que serpiente (נחש, najash). Como son extremadamente opuestos de hecho son similares, numéricamente idénticos. En Cabalá, un número es definido como el conjunto de palabras o expresiones cuyas guematrias equivalen a ese número. Uno de los fenómenos más sorprendentes del lenguaje hebreo es que en cada uno de esos conjuntos hay un concepto y su opuesto.
Mashíaj es la única alma capaz de matar a la serpiente malvada, la mala inclinación en el corazón del hombre. El Zohar dice que el rey promete a su hija con aquel que mate a la serpiente malvada. El rey es el Rey de reyes, el Santo Bendito Sea. Su hija, la princesa, es el poder de la plegaria.
El servicio de la plegaria es en sí mismo una batalla espiritual con la serpiente malvada. Por eso al rezar debemos asumir una postura espiritual tipo serpiente.
Dicen los sabios que la columna vertebral de quien no se encorva al rezar (en los lugares determinados) se volverá como una serpiente en su fosa.
Nuestra “serpiente” es nuestra columna. Sostiene a nuestro cuerpo (y al alma) y está siempre disparando señales eléctricas a nuestros órganos.
Un pueblo debe poseer una espina saludable para luchar y vencer a sus enemigos.
Quiera Dios conceder al Pueblo Judío una espina saludable, una conciencia mesiánica.
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