Elishá Ben Avuiá fue apodado Ajer, “otro”, porque abandonó el lado de la Torá (el lado de la fe) y se fue al “otro lado” (el lado de la herejía).
Al dormir giramos de un lado al otro. Quien está más incómodo es el que más gira de lado, buscando descansar en el otro lado. Cuando las cosas se ponen más y más intolerables, la persona enferma, medio despierta y medio dormida, comienza a ver las cosas dadas vuelta, dando vuelta la realidad.
Isaías describe este triste estado en las siguientes palabras: “Pobre de aquellos que llaman mal al bien y bien al mal; que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad; que ponen amargo por dulce y dulce por amargo”.
No tienes que saber que estás enfermo para estar enfermo (en verdad, el conocimiento de nuestra enfermedad es la mitad de la cura). Ese fue el caso de Elisha Ajer.
Hagamos algo de cirugía numérica en Elisha (primero poniéndolo a dormir en la mesa de operaciones). Su nombre, Elisha (que literalmente se lee אלי שע, “Mi Dios se volvió [hacia mí]”!) equivale a 411, el valor de la 10ma palabra de la Torá, תהו, tohu, “caos” (“Y la tierra era caos…”). En Cabalá, el Mundo primordial del Caos es un estado espiritual inestable, un mundo de grandes luces y pequeños recipientes inmaduros, incapaces de contener las luces. La intensidad de las luces quiebra los recipientes. En este mundo, un alma del Mundo del Caos nunca encuentra reposo, siempre está dando vueltas de lado a (otro) lado.
En términos de las diez sefirot, las emanaciones Divinas que sirven de canales de la creación, el caos se identifica con la sefirot superior, la corona [keter] supra racional. El valor numérico de Elisha Ajer, 620, es igual a “כתר”, keter, “corona”.
De esto podemos inferir que para rectificar el alma de Elisha, las luces de la corona suprema, la mente inconciente, debe ser llevada a la realidad de la conciencia, volverse racional y capaz de distinguir entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, lo dulce y lo amargo.
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