La historia de la ciencia moderna certifica que el avance de la ciencia se produce prestando atención a aquellos detalles que la teoría previa no pudo explicar. Este principio también se aplica al avance social y político.
Todo sistema o teoría, ya sea científico o político, tiene sus reglas. La Torá, con su complejo conjunto de preceptos para vivir una vida normal, tiene muchas reglas. Están compiladas en el Shulján Aruj, el código de la ley y las costumbres judías aceptado universalmente.
Pero toda regla tiene su excepción (que esta regla tenga a su vez una excepción o no, da lugar a una paradoja lógica, pero Dios está por encima de la lógica y Su Torá trae Su luz infinita mucho más elevada que la lógica).
La mayoría de los judíos buenos y temerosos de Dios viven de acuerdo a las reglas, como Dios desea. En general no están conscientes de las excepciones (y a menudo están inclinados a reprimir dentro de sus subconscientes que existen las excepciones). Pero los grandes tzadikim (las almas justas) de cada generación están siempre conscientes de las excepciones a las reglas, y en gran medida le dedican su vida a las excepciones.
Una congregación de almas crea una norma en conjunto. Pero cada alma individual, cuando se observa fuera del contexto de la congregación, es una excepción a la regla.
Los sistemas políticos basados en la filosofía política, tienden a urdir una política adaptadas a la congregación (el clal) pero a menudo restan importancia a lo individual (el prat), el detalle que no encaja en lo general. El líder verdadero es el que estudia/juzga los casos individuales (como se nos cuenta en la Biblia acerca de los personajes del Rey David y el Rey Shlomó) y basa su liderazgo alrededor de ellos. Ese líder conoce un secreto muy grande: La excepción (los detalles aparentemente insignificantes que por alguna “misteriosa” razón no encajan en la norma general) enriquece la norma y motiva su desarrollo y progreso.
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