Después que Caín asesinó a Abel Dios le preguntó: “¿Dónde está Abel tu hermano?” Él le contestó: “No lo sé, acaso soy el guardián de mi hermano?”
Dios respondió: “¿Qué has hecho?” La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra…”
La primera pregunta que Dios plantea a Caín luego de su pecado fue “¿dónde…?”, la misma pregunta que planteó a Adam después de su pecado. La segunda pregunta que planteó fue “¿qué?”
Saber lo que has hecho es una consecuencia, un derivado de conocer dónde están tú y tu hermano.
La verdad es que se pretende de cada uno de nosotros que seamos el guardián de nuestro hermano. Somos responsables uno del otro, porque somos parte del otro, nuestras almas están conectadas. Así como uno debe preguntarse “¿Dónde estoy?” también debe preguntarse “¿Dónde está mi hermano?”
El pecado es desubicar la realidad, desplazar las almas. Y por eso, después de pecar Dios le pregunta “¿dónde?”. Dicen los sabios: “¿Quién es sabio? Aquel que reconoce su lugar”. El hombre sabio reconoce su lugar y se mantiene en su lugar propio, el lugar que Dios deseó para él en la creación.
Al Baal Shem Tov no le gustaba mover las cosas sin una buena razón. Dicen los sabios: “No hay ninguna cosa que no tenga su lugar”. Cada cosa, no sólo cada persona, tiene su lugar apropiado en la creación.
Estar en tu lugar es no estar estático. Justamente lo opuesto: sólo cuando reconoces y estás en tu lugar puedes ser dinámico, estar siempre en movimiento. Primero tienes que estar asentado, debe identificar tu base, permanecer arraigado a tu lugar, y entonces no importa cuán alto puedas ascender, permaneces conectado a tu lugar.
Esto parece ser una paradoja. Para entenderlo volvamos a Génesis. En el principio (del tiempo, justamente la primera creación) Dios creó dos lugares, un lugar espiritual superior y un físico inferior, los cielos y la tierra. El alma del hombre proviene del cielo y su cuerpo de la tierra. Su alma desciende desde lo alto y entre a su cuerpo terrenal. Pero la raíz de su alma permanece arriba y conectada con el alma en el cuerpo.
Conocer nuestro sitio en la creación (ser sabio) es saber que estamos en dos lugares simultáneamente. A pesar de que nuestros cuerpos están abajo, nuestras almas son los cielos y allí es donde todas las almas están unidas. Saber esto es saber que (aquí, en la tierra) son el guardián de mi hermano. Asumir responsabilidad por mi hermano, en su lugar aquí abajo (“¿Dónde está Abel tu hermano?”), me da el poder de moverme libremente en todas direcciones, arriba (hacia el cielo) y abajo (hacia la tierra) y las cuatro direcciones terrenales.
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