No debilites tu mente tratando de esforzarte demasiado en entender cosas
que están por encima de tu capacidad de comprender.
Nuestras mentes son limitadas, funcionan dentro de un dominio finito, un universo finito. A medida que maduramos y utilizamos nuestras mentes lo mejor que podemos, nuestro universo se expande y el factor de expansión crece, se acelera. Pero el universo permanece finito.
En Cabalá, el universo de nuestras mentes -nuestra sabiduría, entendimiento y conocimiento- se extiende hacia lo alto para incluir la emanación Divina de belleza (tiferet) en donde está investido, como un alma dentro del cuerpo, el conocimiento (daat) del Creador de Su creación.
Belleza y verdad son uno. Juntos suman “Israel” (100, 102, יפי-iofi-belleza, más 441, 212, אמת-emet-verdad = 541, el 101ro número primo desde 1, que es igual a Israel, ישראל). El nombre Israel permuta para formar “para mí es una cabeza” (לי ראש, li rosh). Esto significa que el límite superior, la cabeza, de Israel, es la capacidad de comprender la unidad de la belleza y la verdad, las dos cualidades dadas a Iaacov, a quien Dios llamó Israel.
Pero nuestras mentes finitas no pueden entrar a la esfera de la realidad Divina en lo alto belleza y conocimiento (de la creación), la esfera de la sabiduría y entendimiento propios de Dios, “las cosas ocultas”, según la expresión de la Torá.
En Cabalá se da el ejemplo de un conserje que trata de cargar más de lo que físicamente es capaz. Se debilitará por el esfuerzo –débil física y psicológicamente, frustrado al haber invertido mucho esfuerzo en vano. Será incapaz de cargar incluso lo que estaba acostumbrado a cargar en el pasado.
¿Qué hay fuera del universo finito de nuestras mentes? La luz infinita de Dios. ¿Cómo la podemos alcanzar? Con fe, pero sólo después de haber alcanzado el límite de nuestro universo mental.
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