Cuatro sabios entraron al paraíso [פרדס, Pardés, “huerto”]
intentando rectificar el pecado original de Adam.
Sólo uno, Rabí Akiva, entró en paz y salió en paz.
Uno murió, uno enloqueció y uno se volvió hereje. ¿Qué protegió a Rabi Akiva? ¿Cuál fue su secreto?
Antes que Rabí Akiva preparase su travesía espiritual, antes de comenzar su ascenso hacia los mundos superiores, se comprometió a no transgredir nunca la voluntad de Dios, nunca ir más allá de las fronteras de su mente y de su alma, esos límites que Dios fijó para él.
A pesar de que sus mundos mentales y espirituales estaban expandiéndose continuamente debido a su intenso esfuerzo dedicado a comprender más y más los misterios de la creación y el Creador, de todas maneras un universo en permanente expansión todavía permanece limitado.
Cuanto más acelerada es la expansión de nuestro universo interior, nos es más difícil reconocer nuestras limitaciones en un determinado momento. Pero Dios sabe cuándo hemos alcanzado nuestro límite, y Él nos indica que es tiempo de frenar y regresar, sólo tenemos que ser capaces de captar Su señal.
Nuestro compromiso verdadero con Dios y la auto anulación en Su Presencia nos dota de un sentido interior para advertir cuándo hemos llegado a nuestro límite. En ese momento crítico recibimos la señal de Dios y sabemos que hemos ido lo más lejos que podemos ir y que ahora es el momento de retornar, en paz.
Nuestro compromiso de retornar debe preceder a nuestro ascenso. Pero en nuestra carrera subiendo hacia Dios necesitamos no tener en mente el retorno que vendrá a continuación (el pensamiento de retornar en medio de la carrera ascendente debilitará la fortaleza de la corrida). El compromiso está allí todo el tiempo en nuestra mente inconciente y exactamente en el momento justo. Este es el secreto de Rabí Akiva.
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