Los sabios son llamados “los ojos de la congregación”.
Ellos son visionarios, son guías y abren nuestros ojos para ver la verdad.
En el Mundo de Creación, el reino del intelecto puro, los sabios son visionarios. Ellos miran en el futuro y nos comunican, casi como profetas, lo que nos espera –para el pueblo como un todo y para cada uno de nosotros- dependiendo de si mejoramos nuestros caminos o no.
En el mundo de Creación, nosotros, en relación a los sabios, estamos en la oscuridad. Debemos confiar en su juicio y seguir sus instrucciones, utilizando nuestra libre elección para creer o no en el poder de su visión y prestar atención a sus palabras al máximo. El libre albedrío absoluto funciona óptimamente en la oscuridad.
En el Mundo de formación, el reino de la emoción, los sabios son nuestros guías. Aquí no guían al ciego sino más bien sirven, por así decirlo, como guías turísticos, paseándonos por el Pardés, el huerto del paraíso, revelando a nuestros ojos las miríadas de sus delicias, cada una de ellas es una “forma Divina”.
Cada una de nuestras emociones rectificadas es un reflejo de una “forma” Divina, que comienza con un sentido de asombro al experimentar las “formas” Divinas del paraíso.
En el Mundo de la Acción, este mundo el más bajo de todos, los sabios abren nuestros ojos para mirar hacia adelante por nosotros mismos y planear las estrategias necesarias para alcanzar nuestras metas en la vida. Ellos nos enseñan a ver la verdad acerca de nosotros mismos, quiénes somos realmente, y a ver la verdad acerca de lo que nos rodea, la gente que nos influencia y los eventos que nos acontecen.
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