Hay 3 formas de tratar con los enemigos: rendirse, pelear o hacer la paz neutralizando la raíz de su animosidad.
El Baal Shem Tov lo contó como una historia. Una vez un rey llamó a uno de sus oficiales y lo envió a una misión secreta diciéndole: “deseo probar la lealtad de mis súbditos. Vístete como un rey y ve de estado en estado recorriendo todos mis dominios; haz tu mayor esfuerzo por persuadir y ganarte al pueblo para que se rebele contra mí y aceptarte a ti como rey.
El oficial siguió las órdenes del rey con toda su capacidad. Los diferentes estados en los territorios del rey reaccionaron de diferentes maneras. Algunos fueron persuadidos de que es para su beneficio rebelarse contra su rey y aceptar al nuevo personaje como rey. Algunos lucharon contra la nueva figura, manteniendo la lealtad a su rey. Pero hubo un estado de hombres sabios que tuvieron la inteligencia de comprender que todo era una trampa, y que este nuevo “rey” no es más que un servidor del verdadero rey, que fue enviado para probar su lealtad. Le revelaron al oficial que conocían sus verdaderas motivaciones e intenciones, cosa que inmediatamente reconoció, neutralizando su aparente rivalidad con el rey y haciendo paz con él.
Así aprendemos que existen dos niveles de lealtad al rey, representados en esta historia por las dos clases de reacciones negativas hacia el oficial. El primero es al que se refiere el profeta como “Yo [Dios, el Rey] amo la juventud [el espíritu juvenil] de Israel” (“נער ישראל ואהבהו”, noar Israel veahavehu). La juventud de Israel luchó rechazando la tentación del mal (el falso rey) de rebelarse contra Dios, exponiéndose al peligro, prontos para morir por Dios, su Rey. El segundo es lealtad junto con un profundo y maduro sentido de sabiduría, la inteligencia necesaria para revelar el engaño en la raíz del complot y terminar la historia en paz con un alegre lejaim!
En nuestros días están aquellos que confunden hacer la paz con rendirse, que llaman hacer la paz a la rendición junto con un “acuerdo de paz”. Y de esta manera el antagonismo del enemigo no se neutraliza sino que se vuelve más fuerte en su falsa versión de “paz” (que no es más que someterse a la maldad por la falta de fe en Dios y la eterna verdad de Su Palabra, la Torá).
Israel necesita a una juventud fuerte, un corazón fuerte y de coraje, dirigido por un liderazgo maduro y adulto (una cabeza sabia, inteligente). El liderazgo del que carecemos es el que cree en Dios (y Su Torá) y reconoce que todo viene de Dios, que a menudo intenta probarnos y así fortalecernos, que es en definitiva para nuestro bien y el bien de toda la humanidad.
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