Quiero ser un verdadero tzadik (un justo consumado), pero no lo soy.
¿Es porque no lo deseo suficiente, o hay alguna otra razón?
No todos fuimos creados con el potencial de llegar a ser un tzadik consumado, sólo unos pocos elegidos. Cuanto más quiero y más trato, me acerco más (o así parece), pero lo más probable es que nunca llegue a mi meta. Todos mis pasos finitos nunca me llevarán al infinito.
Debo aprender a comprender que mi Creador desea y obtiene infinito placer, como si fuera, de mis intentos sinceros y honestos de ser completamente bueno, aunque al final del día mis intentos puedan parecer que fueron fútiles.
Algunas almas logran llegar a su finalidad en este mundo, pero la mayoría no, no importa cuán arduamente tratan. Cada tipo de alma le brinda a Dios el placer de haber creado el mundo exactamente como es (es decir, no haber creado un mundo perfecto). Dios ha plantado la mala inclinación en nuestros corazones, por una razón sólo conocida por Él, y es virtualmente imposible desarraigarla de nuestro subconsciente. Los pocos que de hecho sí tienen éxito son los que fueron dotados de nacimiento.
Los sabios enseñan que hay dos niveles de tzadik, los completos (consumados) y los incompletos, aquellos que no desarraigaron completamente el mal de su subconsciente. Un tzadik completo es llamado “tzadik que es bueno para él”, mientras que un tzadik incompleto es llamado “un tzadik que es malo para él”.
La frase “bien o mal para él” tiene varias interpretaciones. Una es que experimenta el bien/mal en su vida, en lo que le ocurre. Una segunda interpretación es que tiene sólo bien o tiene aun algo de mal en su subconsciente, que es la interpretación descripta antes.
Pero hay una tercera interpretación: Quien es tzadik siente lo bueno que es ser tzadik. Es feliz y agradecido a Dios por ser un tzadik.
¡Pero hay otro tzadik que se siente mal por ser tzadik! No se lamenta del hecho de que es un tzadik, pero se siente mal por eso. ¿Por qué? Porque todos sus hermanos y amigos, todos nosotros, estamos tan lejos de su nivel. Sufre desde su soledad existencial, y nunca deja de rezar a Dios que todos alcancen su nivel, y más.
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